Un Regalo Llamado Vida
Nací y crecí en el seno de una buena familia. Vivíamos en una finca donde había una alberca pública, la que, hasta la fecha, sigue siendo el negocio de la familia. De manera natural me interesé mucho por los deportes y me destaqué en éstos, siendo mi favorito el karate. En términos generales era buen hijo, hermano y me iba bien en el colegio.
En la cultura donde crecí el alcohol es algo que es muy normal. En la adolescencia quise experimentar con otro tipo de drogas y, cuando tenía 17 años, además del alcohol empecé a consumir marihuana, cocaína, LDS, metanfetaminas y todas las que tenía a mi alcance. Por aquel entonces estaba concluyendo el bachillerato, comencé los estudios universitarios y al mismo tiempo comencé a trabajar. Yo pensaba que el consumo de substancias no afectaba mi rendimiento escolar y laboral, por lo que nunca me hice un cuestionamiento sobre mis acciones, a pesar de que la dependencia ya era parte de mí.
A los 20 años decidí tener mi propio negocio y fue en ese momento que comenzó a manifestarse una espiral descendente que duró un período de 13 años. Quise experimentar con algo aún más fuerte y fue cuando conocí la heroína. Por consecuencia, la responsabilidad laboral se convirtió en irresponsabilidad a causa de mi consumo.
“La responsabilidad laboral se convirtió en irresponsabilidad a causa de mi consumo”.
De inmediato la heroína me atrapó en la cárcel de la adicción y, a pesar de que hice varios intentos por dejarla, todo fue en vano. Mi familia me llevó a clínicas, al psicólogo y al psiquiatra, lo único que conseguía eran recetas para fármacos que me tranquilizaban pero que me enganchaban más a la droga o me mantenían dormido.
Cuando cumplí 33 años mi estado de salud física y mental estaban muy deteriorados. Llevaba un año y medio con una depresión profunda, la cual me indicaba que debía irme de este mundo. Asimismo, los médicos me habían dicho que no tenía mucho más tiempo de vida porque el hígado, los riñones y las articulaciones estaban seriamente comprometidos como consecuencia de la heroína. A pesar de todo esto, el sufrimiento que llevaba a cuestas sólo era soportable con una dosis más de esa substancia.
Este escenario continuó un poco más hasta que un amigo de la adolescencia volvió a platicarme sobre el Programa de Narconon y, al verme en el estado tan deplorable en el que me encontraba, por fin accedí a conocer el Centro. En el pasado nunca le había hecho caso porque consideraba que yo controlaba mi consumo, además de que ya había hecho "lo suficiente" para tratar de rehabilitarme.
Cuando llegué a Narconon iba con un poco de reserva por las experiencias pasadas que tuve con estos procesos de rehabilitación. No obstante, sabía que no tenía nada más que perder y quizá mucho que ganar. Fue en ese momento que estuve más dispuesto a tratar de rehabilitarme. Me ayudó mucho sentir el cálido recibimiento por parte de los miembros del personal.
Lo primero que me gustó de Narconon fue que no consideran a la adicción como una enfermedad, por ello, quienes realizamos su Programa de Rehabilitación somos llamados estudiantes que aprenderemos nuevas destrezas para enfrentar la vida lejos de las adicciones a las drogas y al alcohol. Esta situación en verdad me hizo relajarme mucho y comenzó ese deseo de querer saber más sobre todo lo que hacía y para qué lo hacía. Reconozco que los miembros del personal siempre tuvieron mucha tenacidad para motivarme a continuar y nunca desistir. Las etapas que realicé son en general sencillas, no obstante, el reto está en confrontarse a uno mismo.
Durante la primera etapa llamada Retirada Libre de Drogas, los miembros del personal siempre estuvieron pendientes de mí por cualquier complicación que pudiera tener por mi estado de salud. Sólo con un certificado médico previo pude comenzar este nuevo capítulo en mi vida.
Gracias a los cuidados de los miembros del personal y a todas las vitaminas que me dieron pude pasar lo mejor posible los síntomas de la abstinencia
El segundo paso fue la Desintoxicación de la Nueva Vida. Se trata de una combinación de ejercicio, sudado en calor seco de sauna y un régimen nutricional. La mejor ganancia que experimenté en esta etapa fue la sensación de que mejoraría mi estado de salud al deshacerme de las toxinas que por años habían quedado alojadas en mi cuerpo. Como resultado, además de un cuerpo limpio, obtuve una mente más clara.
La siguiente etapa fueron Los Objetivos. Estos son una serie de ejercicios que ayudan a la persona a enfocar su atención en el entorno presente e inmediato y lejos de los recuerdos del pasado. Durante este paso tuve la mejor ganancia de todas, llegó la certeza de que jamás volvería a consumir heroína ni otro tipo de substancias psicoactivas y, como resultado, llevo 22 años limpio.
“En Los Objetivos tuve la certeza de que jamás volvería a consumir heroína ni otro tipo de substancias psicoactivas”
Gracias a los cursos de Destrezas para la Vida, que es el último paso, logré planificar mi futuro y decidí que mi verdadera vocación era ayudar a más personas a salir del abismo de las drogas y del alcohol. En ese momento llamé a mi familia para que se hicieran cargo del negocio familiar, pues mi firme intención era quedarme como miembro del personal al concluir el Programa.
Cuando terminé salí lleno de vida, con una energía muy especial y con muy buenos indicadores de salud. Desafortunadamente mi hermano enfermó y murió de cáncer, lo que me obligó a regresar a Madrid para hacerme cargo del negocio familiar. Gracias a Narconon pude manejar de la mejor manera posible vivir con mi hermano sus últimos momentos de vida.
Con el tiempo conocí a una mujer maravillosa quien hoy es mi esposa. Es una historia curiosa, no tuve hijos biológicos pero sí 3 por elección. El más grande es hijo de mi mujer y el par de gemelos menores llegaron con el tiempo.
Hace unos meses hubo una convocatoria por parte de Narconon Mediterráneo, el sentimiento y deseo de querer ayudar seguían intactos. Nuevamente mi familia me volvió a dar un extraordinario regalo al apoyarme para que mi hijo mayor se hiciera cargo del negocio y yo poder mudarme a Sevilla para cumplir mi sueño.
No puedo estar más agradecido con la vida. Hoy soy miembro del personal de Narconon Mediterráneo y día a día procuro entregar mi servicio con la misma pasión y profesionalismo con que a mí me lo entregaron. Hace 22 años recibí el mejor regalo llamado vida y hoy es mi deber compartirlo con la sociedad para ayudar a más personas a salir de las adicciones a las drogas y al alcohol.
Antonio, Graduado y Staff de Narconon Mediterráneo